La palabra Iceberg viene del islandés y significa montaña de hielo. Son grandes masas de hielo que van a la deriva, guiadas por las corrientes marinas o los vientos que las impulsan a cambiar de rumbo.

En el caso del ser humano, muchas veces ignoramos que nuestras decisiones no son propias, sino que le pertenecen a las corrientes que nos impulsan sin darnos cuenta: la cultura, las costumbres, los hábitos o la presión del grupo. Y nuestras decisiones afectan a quienes nos rodean, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros compañeros de trabajo, a nuestro entorno.

Cuando establecemos principios y valores en nuestra vida, independientemente de  las circunstancias o de las emociones, empezamos a tener el control sobre nosotros y sobre lo que puede afectar a los demás. Recién entonces actuamos de acuerdo a lo correcto y no guiados por impulsos, que tan caro nos cuestan a veces.

El carácter es la profundidad y la fuerza que transforma correctamente nuestra vida y la de quienes amamos y valoramos. Cada día podemos desarrollar buen carácter y tomar conciencia de la profundidad y el impacto que tienen nuestras decisiones en nuestra vida.

Yo decido quién guía mi vida. Yo decido de dónde me agarro cuando viene una tormenta.

¿Qué decides tú?

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