¿Sientes que echas humo cuando las cosas no salen como tú quieres?, ¿o que la presión arterial te aumenta cuando tu hijo se niega a escucharte y obedecer?

La ira es una emoción normal y sana, siempre y cuando se sepa afrontar de forma positiva. La ira incontrolada, definitivamente puede llegar a afectar tu salud y tus relaciones con los demás.

Si quieres aprender a controlarte, empieza por saber que sí puedes hacerlo. Lo peor que existe al respecto es cuando una persona se cierra en una posición de “NO PUEDO”. Y, peor aún, cuando crea argumentos que justifican su comportamiento y defiende su postura a tal punto que se auto engaña y cree engañar a los demás, asumiendo la posición de víctima. Finalmente, cree que todos debemos entender sus agresiones porque son “normales”. De ninguna manera.

¿Qué hacer, entonces?

Número 1. Piensa antes de hablar.

En el calor del momento, es fácil decir algo de lo que más tarde te arrepentirás. Tómate unos momentos para ordenar tus pensamientos antes de decir cualquier cosa. ¿Qué hago yo? Me meto a la ducha y no salgo hasta que veo mariposas.

Número 2. Una vez te hayas calmado, expresa tu enfado.

Apenas empieces a pensar con claridad, expresa tu frustración de manera firme, pero sin confrontaciones. Explica cuáles son tus preocupaciones y necesidades de manera clara y directa, sin herir a los demás ni intentar controlarlos.

Finalmente, y esto último es sumamente importante: No manipules, ni controles nada, enfócate en lo que debes mejorar y habrás ganado. ¡Sí, habrás ganado!

Podrás sentir las voces como las del estadio nacional gritando tu nombre y diciendo: ¡Bravooooo! ¡Por fin te diste cuenta!

Entradas recomendadas